Desde un punto de vista psicológico, el enamoramiento es una emoción, y, como tal, es una consecuencia de las circ u n s t a n c i a s p ropias y ajenas, así como de la evaluación que hacemos de ellas. El enamoramiento nos produce una gran excitación fisiológica que nos p rovoca bienestar. También, nos predispone a no ver, o disculpar, los defectos de la persona amada, a necesitarla y querer estar con ella en todo momento. Por otra part e , nos lleva a revelarle aspectos íntimos, darle apoyo emocional y moral, mostrar interés por todo lo suyo, y expresarle afecto por cualquier método (Moya, 1997). Frijda (1988) describe el proceso mediante el cual uno puede llegar a enamorarse de la siguiente form a : “Una persona puede enamorarse fácilmente por una serie de razones: siente soledad, necesidad sexual, insatisfacción o necesidad de cambios, entonces un objeto, d e s p i e rta su interés, por una serie de razones, a su vez, tales como su novedad, su atractivo o su mera p roximidad. Dele entonces a esa persona un momento pro m e t e d o r, una breve respuesta del objeto que sugiera interés (puede ser una confidencia o una simple mirada, como la que una jovencita puede cre e r que recibe de un artista de éxito). Dele un breve lapso de tiempo (entre media hora o medio día, indican los autoinformes) para que pueda generar fantasías. Después de esta secuencia no hace falta más que una mera confirm a c i ó n , real o imaginada, para precipitar el enamoramiento.” (Frijda, 1988) El mismo autor menciona el problema que la ley de la habituación plantea a la pareja cuando su única base de constitución es el enamoramiento, de tal manera que “el placer continuado se desvanece,... el amor mismo pierde gradualmente su magia”. Esta ley condena a la pareja constituida exclusivamente por amor al fracaso y justifica el destino de un gran n ú m e ro de parejas basadas únicamente en el enamoramiento. Po rque la emoción se extingue y la p a reja se disolverá; aunque este destino no se cumple indefectiblemente, ya que para mantener el enamoramiento basta con tenerp resente frecuentemente que ocurriría si no se tuviese esa pare j a para que la emoción del amor se mantenga y se renueve (Frijda, 1 9 8 8 ) . Que las parejas se form e n basándose exclusivamente en una emoción (sobre la que actúa la ley de la habituación), puede ser una de las razones de los cre c i e n t e s fracasos matrimoniales (como así lo i ndican las estadísticas). Pero , cuando el enamoramiento se va desvaneciendo, la relación no d e s a p a rece o fracasa necesariamente, ya que el enamoramiento, como emoción, puede ser entendido como una preparación para actuar en la constitución y consolidación de la relación (Frijda, 1986, 1989). Desde este punto de vista, nos dispone para hacer feliz a la otra persona, no tanto en una relación equilibrada, sino altruista, en el sentido de dar al otro por lo que es sin esperar nada a cambio. El enamoramiento nos induce algunas distorsiones cognitivas, por ejemplo, ver al otro como una persona perfecta e ignorar los defectos que tiene, o aquella que nos hace sentir i m p o rtantes cuando estamos enamorados (Moya, 1997). Dicho de otra forma, cuando el enamoramiento nos lleva a actuar se re a l izan acciones para hacer feliz al otro, para abrimos y comunicamos con él. Se establecen, entonces, una serie de lazos que dan como resultado un intercambio de conductas reforzantes que hace que la relación se pueda mantener arm oniosa de forma indefinida. No se trata de que existan interc a m b i o s equitativos y equilibrados, el modelo de igualdad en el intercambio se ha mostrado falso, ya que basta que en la evaluación subjetiva de cada uno se valoren como más i m p o rtantes o más frecuentes las interacciones positivas que las negativas (Gottman, 1998).
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